PRIMER PREMIO: "RATAS", de Pilar aArijo Andrade
Nunca vi su habitación ni la veré. Jamás me asaltó la curiosidad por conocer dónde mi tío Manuel dejó la mayor parte de su vida. La casa sigue allí, en el pueblo, desmoronándose poco a poco a fuerza de lluvia y descuido. El abandono hace mella en las paredes hasta convertirlas en finas y frágiles como el papel. Los recuerdos que la habitaron van desapareciendo como la cal de los muros que, dejando ver sus desnudos nervios, apenas ocultan el secreto del que durante tantos años cuidaron. A mi tío Manuel todos le llamaban Lito, recorte de Manolito, por su escasez en carnes y estatura. De la estatura, según decía mi abuela, tenía la culpa ella, que a alguien debía salir el crío y en su familia nadie destacó por su porte; de las carnes, tenía la culpa el hambre que pasaban desde que a mi abuelo se le ocurrió un buen día morirse nada más levantarse de la cama, dejándola con un par de hijos a los que mantener. Mi madre era la mayor de los dos, apenas ocho años de diferencia entre ambo